Muchas teorías asumen que las decisiones derivan de una evaluación de alternativas de los posibles resultados con un análisis costo-beneficio. La evidencia científica indica que decidimos, básicamente, con las emociones. Investigaciones recientes demuestran que la toma de decisiones es un proceso que depende de áreas cerebrales involucradas en el control de las emociones.
Tomamos decisiones permanentemente y la velocidad de los eventos que nos suceden hace que no haya espacio para racionalizar los pros y contras de cada decisión. Estas dependen de qué región cerebral emerge victoriosa de una batalla entre los centros emocionales y racionales.
La noción de que somos seres conscientes, con el poder de realizar nuestras propias elecciones en la vida ha sido cuestionada. Benjamín Libet, de la Universidad de California, demostró que áreas del cerebro se activan antes de que un individuo esté consciente de una decisión particular como mover una pierna. Un análisis de la pregunta sobre si poseemos libre albedrío requiere tomar en cuenta el proceso de toma de decisiones y ésta es influida por procesos implícitos que muchas veces no alcanzan la conciencia.
y el resultado va: 5 a 1, imaginen quien pierde y quien gana...
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